Basílico ya existía, no hablamos de un nuevo local, pero sí de una nueva oferta, de una lavada de cara de este restaurante de Grupo Andilana: ahora es Basílico Gastrobar. La idea es acercar su oferta al público y aprovechar el tirón que la zona del paralelo tiene y seguramente tendrá en cuanto acabe las obras. 

Roger Garcia, que ha pasado por Fonda España (del que tenemos muy buenas referencias) y Bar Cañete es el jefe de cocina de Basílico y quién pone en práctica la carta diseñada por Pere Nacarino.

En su entrada, lo primero que encontramos es una gran barra que invita a hacer un buen aperitivo antes de entrar en materia. Materia que abarca un poco de todo: algunas tapas y picoteos clásicos para hacer un vermut,  tomarte una cerveza y después poder sentarte y comer cualquiera de sus platos más tradicionales.

Su apuesta es para los productos de temporada. Pretende así que los platos ofrecidos empiecen desde su inicio con la virtud de la calidad para que el resultado final sea acorde con este principio. En el caso de las verduras, frescas del día; para las carnes, una buena selección escogida para lucirse en su Tartar de vaca vieja, el carpaccio o el solomillo, y los pescados directos de la lonja para sus ceviches o su ostra frita. También hay platos con más cuerpo para que cualquiera de sus clientes salga satisfecho: callos con chorizo o fricandó están en su carta como fijos para asegurarse la clientela de todo tipo o, mejor dicho, de todo estómago.

Por lo que se ve en su carta, se puede comer fácilmente por 15 o 20 Euros un entrante y un plato principal con bebida, aunque siempre dependerá de lo que escojamos. No son precios nada desorbitados para un sitio céntrico en Barcelona si tenemos en cuenta que en algunos de los platos los ingredientes básicos ya son de precio medio. Faltará confirmar la cantidad de la ración para ver si está equilibrada. Además de la carta, Basílico GastroBar ofrece un menú de mediodía de entrada llamativo en cuanto a su composición y precio, solo 10 Euros con primeros, segundos, postres y bebida. De entrada, sorprendente, habrá que probarlo, tenedlo como opción y si alguien aprovecha que está por la zona y lo prueba que nos cuente.

El local es amplio y bien decorado, con luces ténues y mesas de diferentes formas para romper líneas y hacerlo más cercano, consiguiendo la ambigüedad que permite su visita tanto para liberar tensiones con alguna copa después de una posible jornada laboral un poco más tensa de lo normal (afterworks), como para una reunión más íntima en la que hacerse confidencias. Sillas y butacas, mesas redondas y cuadradas, de 4 y de 8, estanterías llenas de vino y rincones algo más rústicos que recuerdan a bodegas, le dan la polivalencia necesaria para adaptarse a cualquier situación.