My Fucking Restaurant, un italiano sin pasta ni pizza.

Mesas barras y cocinas 7 mayo, 2018
My Fucking Restaurant

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My Fucking Restaurant, un italiano sin pasta ni pizza.

El nombre, My Fucking Restaurant, me resultó más que atractivo. Por original, por atrevido o por insólito, es inevitable que llame la atención. Pero no sólo de un nombre atrayente vive un restaurante. Que sí, que puede ayudar, pero si lo que se cocina no tiene consistencia, dará igual cómo lo bautices.

Entrar con una pequeña sonrisa en la boca es fácil al ver su neón cuando paseas por la calle Nou de la Rambla en el corazón del Raval de Barcelona. Por suerte, al entrar en el local no se difumina la expresión de tu cara, pues nos encontramos una buena decoración y un ambiente cálido. Pero antes de llegar al comedor, pasamos por su barra.

My Fucking Restaurant

Esta primera parte del restaurante la utilizan como cuarto frío. Allí encontraremos siempre un chef (excepto el lunes) que luce el producto que utilizan mientras que se realizan platos como el tartar, los salpicones o los tacos en formato de showcooking. Así captan la atención del posible cliente utilizando la barra como si fuera un escaparate.

Adentrándonos nos encontramos con el comedor y, si estáis atentos, veréis un pequeño jardín donde cultivan alguna que otra flor y brotes que utilizan para sus platos. Pero en My Fucking Restaurant hay más. Bajando a su sótano nos topamos otro comedor que pueden utilizar como privado, aunque si no hay ninguna reserva expresa para esa zona se añade al resto del restaurante sin ningún tipo de restricción. A ese pequeño secreto podríamos llamarlo la mesa del chef, ya que se encuentra justo a continuación de su cocina, con ventana abierta.

Un Kamado, bajas temperaturas o la plancha son algunos de las técnicas y juguetes que utilizan para realizar lo que ellos denominan cocina de base mediterránea con formato de tapas y platillos. Pero, exactamente, ¿cuál es esa cocina de base mediterránea?

My Fucking Restaurant

En My Fucking Restaurant quieren darnos a conocer la cocina italiana, pero aquella que no es ni pasta ni pizza. Porque los platos que componen la gastronomía de este país van mucho más allá de lo que, a priori, todo el mundo relaciona con ella. Ingredientes como la polenta, servida con pesto rojo y verde; las bravas que no son patatas (ni boniato ni yuca); las ostras al natural o con pepino osmotizado de la Bretaña o la burrata acompañada con una emulsión de pimiento rojo, aceitunas negras deshidratadas y cebolla con mostaza son algunos ejemplos.

Platos tan tradicionales como la caponata ganan atractivo al ser servida en un taco de queso parmesano. Aunque se desvía de su formato más clásico se adapta al de tapa, que es el que realmente demanda el público. Pequeños bocados o raciones exhiben, por un lado, esas elaboraciones más desconocidas de su país de origen y, por otro la creatividad y buen trabajo de Nico y Mateo, los dos propietarios de My Fucking Restaurant.

My Fucking Restaurant

Poca es la gente que se resiste a una buena croqueta, convirtiéndolas en unas de las tapas reina. Me atrevo a decir que las de jamón, huevo, pollo, setas y cocido son las más habituales (no necesariamente por ese orden), aunque permiten una gran licencia que My Fucking Restaurant aprovecha para colar su croqueta de ossobuco y gremolata de cítricos, inspirada en otro de los platos de la zona de Milán. Así sacan pecho y se atreven a hacer unas croquetas de tuétano.

Al Steak tartar le dan un toque especial. Si bien no prescinde de la alcaparra y el pepinillo, si lo hace de las mantequillas y otro tipos de salsas excepto de alguna lágrima de mayonesa para darle untuosidad y ayudar a que la carne se venga arriba. Porque, para ellos, así tiene que ser el steak tartar.

My Fucking Restaurant

Como curiosidad, el 80% de la carta es gluten free.  Una decisión voluntaria y valorada que deriva en cierta incomodidad a la hora de cocinar. Cocinar sin gluten es mucho más complicado a la hora de emulsionar, montar o conseguir ciertas texturas, pero han conseguido que casi todo pueda ser degustado por los celíacos sin problemas de contaminación. Esta dificultad se convierte en ventaja al conseguir que su carta sea apta para un público más amplio.

En My Fuckin Restaurant, hasta el horario se diferencia. Cuando salimos a cenar un domingo o un lunes, nos encontramos con muchos restaurantes cerrados. Ellos, no, ellos abren estas dos noches para descansar los martes y los miércoles, días en los que la oferta en el barrio es mucho más abundante. Una estrategia que le sirve para captar esos clientes que, aunque sea domingo o lunes, cenan fuera de casa.

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