De hecho el nombre de Barri tiene una explicacion mucho más sencilla: es el apellido de Guillermo Barri, el propietario. Abrió sus puertas la primavera pasada y poco a poco han ido consolidando su carta, su oferta y su apacible terraza.

Bar Ri Sarrià se sitúa en este barrio tranquilo del que se rumorea que no hay más aperturas de bares o restaurantes para conservar esta tranquilidad. Una realidad que últimamente parece estar rompiéndose ya que se están abriendo nuevos locales y algunos se insinúan bastante interesantes. La línea entre conservar esa tranquilidad y que sea una zona en la que hay poca oferta es muy débil, ya que no necesariamente tener restauración es sinónimo de perder ese privilegio.

Bar Ri Sarrià si ha abierto, y de él si podemos hablar. Su ambiente queda integrado ya que son los mismos vecinos los que visitan habitualmente y, por la cuenta que les trae, son los primeros en “no alterar el orden”.

Fuera bromas, aprovechamos su terraza en nuestra visita. Estar en una plaza prácticamente sin tráfico es excusa suficiente para que me salte la norma de que, para comer, mejor el interior. Al ver su carta se distingue que su línea es la de platos para compartir, la de pequeñas degustaciones de platos sencillos y muy bien elaborados por su chef Alejandro Loaiza, de San Fernando de Henares, a quien su paso por Alkimia, El Celler de Can Roca o Spoonik le dieron la suficiente experiencia para crear y buscar constantemente nuevas incorporaciones a la carta de Bar Ri Sarrià. Pero no hay que dejarse intimidar por los nombres de los restaurantes que confirman su currículum, porque el producto, la sencillez en las elaboraciones y la buena combinación de sabores es lo más habitual.

Un horario amplio te permite visitarlo para tomar un bocadillo de un buen ibérico por la mañana, ir a comer a mediodía, tomar una copa por la tarde o para picotear algo informal (o no) para cenar. El local es agradable y lo suficientemente neutro para que jugando un poco con la iluminación consigan la ambientación adecuada según la hora del día.

Nosotros comimos en su terraza, como os hemos comentado. Allí compartimos algunos platillos y tapas de su carta.

Empezamos con una buena ensaladilla rusa, una tapa que había quedado algo en desuso y que parece que vuelve a ser reclamada y aclamada. En este caso más clásica imposible, con sus colines de pan, se convierte en imprescindible para acompañar una buena caña de cerveza.

Ninguna de las tapas que nos resultan más familiares faltan en su carta, como las croquetas, de diferentes sabores: de pollo asado, de espinacas y queso Idiazabal y de setas; la bomba en la que notas el punto de picante sin abusar o un pulpo a la brasa con lecho de parmentier de patata realmente exquisito.

Pero en Bar Ri también encontramos alternativas para probar algo diferente si buscamos salir de lo común. Para ello, un buen rabo de toro deshuesado o unos saquitos de Brie trufado dan la posibilidad de encontrar nuevas combinaciones de sabores.

En común, en todas ellas se aprecia la buena técnica del cocinero al probarlas y la preocupación por los pequeños detalles al verlas.

A la hora de la comida, además de sus tapas, ofrece el platillo de la semana, algo que está teniendo gran aceptación entre sus clientes. Con él recuperan recetas clásicas, caseras, que permiten comer de forma rápida y sana. Una fórmula intermedia entre la tapa y el menú, para el que utilizan producto de temporada. El día de nuestra visita, pudimos probar unos fideos con bonito que demuestra la versatilidad de sus fuegos.