Bodegas Tío Pepe, viaje al corazón de González Byass

featured Todos Visitando al vino 13 agosto, 2022

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Bodegas Tío Pepe, viaje al corazón de González Byass

Una de las bodegas más emblemáticas de Jerez, visita imprescindible para los amantes de los vinos del Sur

Calle Ciegos, en el corazón de la Bodega Tío Pepe.

Hablar de enoturismo en Jerez, es hablar de Tío Pepe, de la emblemática firma vinícola, germen de la gran familia de González Byass. La bodega, ubicada en el casco antiguo de Jerez (Cádiz), es una auténtica joya arquitectónica, un conjunto monumental considerado todo un referente de la tradición vinícola del siglo XIX con patios andaluces, calles emparradas y espectaculares bodegas centenarias donde envejecen algunos de los mejores vinos y brandies de Jerez.

En 2020, esta bodega jerezana fue elegida como uno de los 50 mejores destinos enoturísticos del mundo, según World’s Best Vineyards 2020 -la segunda española en el listado-, no en vano, es parada imprescindible para los amantes del mundo del vino, pero también para los amantes de la cultura y de la historia jerezana.  Su accesibilidad, la oferta gastronómica, el precio de la visita, la atención al visitante y la reputación de la bodega son algunos de los criterios que el jurado tuvo en cuenta a la hora de emitir su voto, criterios que desde Baco y Boca hemos podido confirmar. 

La original Bodega Tío Pepe, que Don Manuel María González regaló a su “tío José”, por ayudarle a elaborar los primeros vinos y a fundar la bodega.

Y es que, la visita a las Bodegas Tío Pepe es una auténtica inmersión en el mundo del Jerez, ya se tengan o no conocimientos en este universo vitivinícola. Una experiencia ideada para engatusar a todos los sentidos, en la que se descubre la historia de una de las grandes regiones vitivinícolas del mundo y la singularidad de sus vinos. Una vivencia que puede vivirse en “formato express”, o que puede aderezarse varios días hospedándote en el Hotel Bodega Tío Pepe, el primer Sherry Hotel del mundo situado en el interior de la bodega. 

Pura historia con solera

Bodegas Tío Pepe es la semilla de la que hoy día es una de las familias bodegueras más importantes del mundo, González Byass, propietaria de algunas de las firmas vitivinícolas más emblemáticas de nuestro país y de otros territorios. Todas ellas con un denominador en común: la elaboración de vinos singulares que expresan fielmente el terruño y la aplicación de técnicas artesanales y respetuosas con el medio ambiente. Esta filosofía se muestra y materializa en los vinos de Beronia (DO Rioja y DO Rueda), Viñas del Vero (DO Somontano), Tío Pepe (DO Jerez), Cavas Vilarnau (DO Cava), Pazos de Lusco (DO Rías Baixas), Dominio Fournier (DO Ribera del Duero), Finca Constancia (Vino de la Tierra de Castilla), Finca Moncloa (Vino de la Tierra de Cádiz), Viñedos Veramonte (Chile) y Casa Pedro Domecq (México).

La bodega fue fundada en 1835 por Manuel María González.

Y este “imperio” nació aquí, en Jerez, en 1835, cuando un joven Manuel María González, con solo 23 años, adquirió su primera bodega con el objetivo de elaborar vinos de Jerez. 187 años después, la bodega es la más grande de la zona, con 1.000 hectáreas de viñedo de las 8.000 que comprende La Marca de Jerez, la región delimitada para el cultivo de la D.O. Jerez, un triángulo formado por las localidades de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda, una región vitivinícola con más de 3000 años de historia que ha dado vida a algunos de los vinos y brandies más prestigiosos del mundo. 

El recorrido por las Bodegas Tío Pepe nos permite adentrarnos en una de las casas que ha erigido la gran fama mundial de estos vinos. Pero también, nos permite caminar por bodegas con muchísima historia. Desde La Constancia, adquirida por ese jovencísimo Manuel María González en 1840, hasta la Bodega del “Tío Pepe”, que Manuel María le regaló a su tío Pepe, para agradecerle su inestimable ayuda para empezar su proyecto -de hecho la bodega la bautizó con este nombre, el de su Tío Pepe, porque fue él quien le enseñó todo lo que debía saber para elaborar vinos de Jerez-. El recorrido también pasa por las casas, calles, viñas y otras bodegas que conforman este conglomerado con olor a solera. 

El trenecito que traslada a los visitantes de una bodega a otra.

En trenecito hasta el corazón de la bodega

La visita puede durar horas, e incluso días, pero para sintetizarla en media mañana, nos guían y llevan con trenecito por algunos de los rincones más imprescindibles. Como la Real Bodega de La Concha, levantada en honor a la Reina Isabel II. Con una original arquitectura en forma redonda y con un a cúpula que firmó el famoso ingeniero francés Gustavo Eiffel. En ella se guardan 214 botas de Amontillado La Concha, botas que representan prácticamente todos los países del mundo, de ahí que cada una lleve una bandera. En ella, también se celebran, aún hoy, eventos culturales, sociales o espectaculares, como el famoso baile ecuestre de caballos jerezanos. 

Real Bodega La Concha.

Y de las curvas de La Concha, a La Cuadrada, que data del año 1859. En los 4.400 m2 de esta bodega de mediados del siglo XIX  reposan 4.000 botas destinadas al envejecimiento de los vinos de Jerez. Allí nos explican las soleras y criaderas, ese método único de elaboración de los vinos de Jerez, donde el vino es “dinámico”, y va pasando de una bota a otra, conservando siempre un poco del vino en la bota. 

Bodega La Constancia.

También descubrimos La Bodega Los Apóstoles, cuyas botas -algunas de ellas con más de 300 años- representan a los apóstoles junto a Cristo, como en el mítico cuadro de la Última Cena. Eso sí, no han querido “invitar” a Judas, por aquello de las supersticiones. Otra de las curiosidades de esta bodega es que alberga 33 botas, que coinciden con la edad en la murió Cristo. 

Un fundador con constancia

Dicen que la constancia siempre fue el lema de Don Manuel María González, por ello nombró así a su primer núcleo bodeguero. La Bodega La Constancia nos mostró  la arquitectura tradicional de las bodegas jerezanas, caracterizadas por estar construidas en la superficie (no son subterráneas como en otras DO). Altos techos y amplios pasillos que dejan pasar el aire cálido y húmedo que llega del vecino mar (Jerez está a unos 20 Km de la costa), y que conservan las botas a una temperatura de entre 15 y 25ºC.

La Bodega de Los Reyes.

La última de las bodegas que visitamos, pero no por ello la menos espectacular, es la Bodega de Los Reyes, del año 1850. Un recinto en donde se guardan las botas firmadas y dedicadas por monarcas de las familias reales británica y española, pero también, firmadas por otros “reyes” de la vida social, cultural y del deporte. Es la bodega con autógrafos singulares que atestiguan que Tío Pepe ha sido visitado por gentes anónimas, pero también por famosos. 

Se cierra la visita por las bodegas con una anécdota singular. Vemos una copa de vino llena en el suelo, y una pequeña escalera que sube por ella. Y nos explican que se prepara para deleite de los ratones de la bodega, algo que surgió por pura casualidad hace ya décadas, cuando un trabajador de la bodega pensó que era mejor dejarles vino a los ratoncillos, que esperar a que mordieran las botas. Una anécdota que hoy forma parte de la historia de Tío Pepe.

Detalle del interior del bar de la Bodega.

Un final con buen sabor de boca

Para concluir la visita, como no podía ser menos, una cata con maridaje para agasajar los sentidos de la boca y el olfato. En nuestro caso, fueron cuatro vinos armonizados con jamón, queso y “chacina” (embutido) de Cádiz. 

La cata, final de fiesta de la visita a Bodegas Tío Pepe.

Solera 1847 Cream. Un oloroso dulce elaborado magistralmente a partir de una selección de sus mejores uvas de Palomino Fino y Pedro Ximénez. Las dos variedades fueron vinificadas por separado y, tras envejecer de la misma forma, en una solera de botas de roble americano en contacto con el aire, la mezcla final fue sometida a una crianza de como mínimo 8 años, siguiendo el tradicional sistema de solera de la bodega y de la Denominación de Origen Jerez. Es un vino intenso, aterciopelado, con mucha personalidad. 

Tío Pepe Jerez Fino Muy Seco. No podía faltar, no en vano, es el más famoso de la bodega. Elaborado con Palomino Fino, como marca la DO. Un vino con aromas a almendra, seco y ligero, y que con la mente, nos traslada a las casetas de ferias y a cenas y almuerzos con amigos. Tío Pepe envejece durante cuatro años en botas de roble americano, en el tradicional sistema de criaderas y soleras, bajo una capa de levaduras denominada ‘flor’ y que aísla el vino protegiéndolo de la oxidación. 

Alfonso Jerez Oloroso Seco. Uno de nuestros favoritos, un referente entre los grandes vinos generosos secos de su categoría. Un vino con una nariz intensa a frutos secos y una boca untuosa y rotunda. Aquí la uva Palomino Fino nos regala un abanico de esencias, y un sabor persistente y complejo. Este vino atesora un envejecimiento mínimo de 8 años en botas de roble americano siguiendo el sistema tradicional de solera. El resultado, un imprescindible para los amantes de las joyas enológicas del Sur.  Croft Original Sherry. Es uno de los vinos más internacionales de la bodega, un vino que en mercados anglosajones hace las delicias. Se trata de un pale cream con un periodo mínimo de 4 años en sistema de criaderas y soleras. Un vino que en boca es ligero y fresco, con notas salinas a la vez que dulce. Un trago fácil y goloso para culminar una cata y una visita excepcional. 

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