Can Culleretes, el restaurante más antiguo de Barcelona
Can Culleretes, más de 200 años de servicio
Can Culleretes no es uno de esos restaurantes que acaba de abrir, multiespacio, con platillos para compartir, coctelería y brunch. No es un lugar donde la comida se sirve en maderas o pizarras ni es un “Top”, ni un “must” ni nada por el estilo. Es un restaurante que, aunque no incluya esferificaciones ni espumas en su carta, tiene mucho que enseñar. Porque estamos hablando del restaurante más antiguo de Barcelona.
Cuando digo que Can Culleretes no es “Top” ni “Must” no quiero decir que no sea bueno o no se tenga que visitar, más bien lo contrario. Con esto quiero hacer hincapié a que no es un restaurante de moda del que seguramente poco se ve en según que perfiles de redes sociales. Es un restaurante clásico, el más clásico de todos. Si tiene más de 200 años, huelga decir esto. Pero no está de más recalcar que el mantel de tela, el profesional de la hostelería y por su puesto la gestión de este lugar, que ha llegado a la tercera generación, son las señas de identidad de Can Culleretes junto a la cocina tradicional catalana.
En el corazón de Barcelona, en el Barri Gótic se encuentra el local lleno de enjundia. Empezó en la Calle Quintana como chocolatería en la que se servían, además, postres típicos como el mató y la crema catalana. Evolucionó hacia restaurante que vivió su momento de auge a primeros del siglo XX donde el paseo de la aristocracia y burguesía de Barcelona era constante para comer y cenar los platos más típicos de la cocina catalana. Pero nada dura para toda la vida, y, después de la Guerra Cívil y de sus años posteriores, no volvió a ser lo que era.
En 1958 Sisco Agut y Sussi Manubens adquirieron el restaurante y es desde entonces, que sigue en manos de la misma familia. El recuerdo de su historia más reciente, aún viva y continuada se mezcla entre sus paredes con la historia de Barcelona. Su nombre nos remonta a sus orígenes, cuando, según Bonventura Bassegoda, fue el primer lugar en el que empezaron a usarse cucharas de metal, sustituyendo a las de madera. Hecho, por otro lado, improbable. Otra de las teorías procede de que, cuando el camarero se encontraba el cajón de las cucharas vacias para poner los servicios en las mesas gritaba: “Noies, culleretes!”. Al parecer el éxito del restaurante o la lentitud de las chicas que fregaban los cubiertos provocó que el grito se escuchara varias veces al día, por lo que la ciudadanía acabó llamando al restaurante “Can Culleretes”.
Pero volvamos al presente. Can Culleretes sigue siendo un clásico con un público variopinto. Al entrar cierto aire de nostalgia te invade y, en cierta forma, te trasladas en el tiempo. Con una estética modernista que han matenido durante años (por suerte para todos), supongo que sus reformas han sido únicamente las justas y necesarias para poder seguir con su tarea diaria y amoldarse a los nuevos tiempos. Sus paredes, llenas de fotografías de celebridades que durante estos años han pasado por Can Culleretes es otra evidencia de los años acumulados.
Pero la cocina, los platos y su carta, poca evolución tienen. En Can Culleretes no encontrareis extravagancias, ni ese afán de superación que roza la excentricidad. Encontraréis canelones, bacalao, escalivada, marisco, jabalí o botifarra amb mongetes entre otros platos que forman parte del folclore.
Sea como sea, han decidido conmemorar todos estos años con la recopilación de sus platos más famosos que les han llevado a lo que hoy son. La selección de éstos está en su Menú 1786. En él vamos a encontrar el catálogo de lo imprescindible de nuestra cocina. Para empezar, podemos elegir entre unos Canelones de espinacas con brandada de bacalao, una escalivada tíbia con queso de cabra o un par de ensaladas una de canónigos, y otra de queso de cabra.
En los segundos nos encontramos con dos platos de pescado y dos de carne. Un bacalao gratinado con all i oli o a “la llauna”, unas gambas a la plancha, un civet de jabalí o un entrecot con champiñones. En los postres no puede faltar la crema catalana para redondear.
La relación de los platos lo dice todo. Como os comentábamos, nada de espumas varias, texturas enrevesadas o ingredientes exóticos. Nada que busque la sorpresa del comensal, nada que disfrace el producto y la sencillez de una cocina de mercado de toda la vida.
¿Por qué intentar hacer algo con lo que no se sienten cómodos? ¿Por qué caer en las modas pagando el precio de arrinconar lo que se hacer y hago bien? No se si preguntas como estas habrán rondado en alguna ocasión las cabezas de la familia o no han llegado ni tan solo a cuestionárselo. Si tienen más de 200 años a sus espaldas, aún con todos sus altibajos y aún llenan cada día, la verdad es que plantearse cuestiones como estas es algo absurdo.
En el panorama de la restauración de Barcelona ya hay cada día nuevas aperturas y propuestas que buscan sorprender al público. Éstas, de momento, no faltan. Pero lamentablemente si que cada vez faltan más lugares auténticos como Can Culleretes que nos recuerden cuales son las comidas que nos identifican y enseñárselas al mundo. Y cuando digo mundo incluyo a los barceloneses.
Restaurant Can Culleretes
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