Gastroescapada de otoño al Hostal de La Gavina
Una escapada con mayúsculas a la Costa Brava, que combine mar, historia, lujo tradicional, gastronomía y vistas inolvidables, pasa sin duda por alojarse en el emblemático Hostal de la Gavina. Los años pasan, pero encaramado al Mediterráneo desde s’Agaró, el establecimiento sigue siendo el único hotel resort de cinco estrellas Gran Lujo de Catalunya, lo que ha fidelizado a una inmensa clientela internacional que regresa año tras año. Pero también es un imán para los amantes de ese cotizado tramo de costa, a poca distancia desde Barcelona.
La Gavina dibuja a la perfección la gastroescapada que permite disfrutar de un alojamiento clásico de alto nivel en la misma medida que sucumbir a su buena mesa. En el primer ámbito, cuenta con 53 habitaciones y 21 suites exclusivas, fantásticamente integradas en un conjunto arquitectónico asomado al mar.
El hostal abrió como tal en 1932, como proyecto personal de Josep Ensesa Gubert, quien donó al establecimiento un importante patrimonio que aún hoy marca su personalidad, desde tapices flamencos a tallas románicas, pasando por numerosas piezas de los siglos XVII y XVIII.
Alma e historia
Lo singular es que logró dotarlo de alma integrándolo en un entorno tan verde (rodeado de pinos, cipreses y limoneros) como marinero en total armonía, como corroboran sus huéspedes cuando salen a recorrer el Camí de Ronda que comienza a sus pies, abarcando con la vista desde la playa de Sa Conca a la bahía de Sant Pol.
De su rutilante pasado dan fe las fotos de ilustres visitantes que decoran algunas paredes, con estrellas de Hollywood como Elisabeth Taylor, Ava Gardner, John Wayne, Peter Sellers o Jack Nicholson, entre otras muchas, tanto por motivo de rodajes como por su prestigio turístico; así como artistas de la talla de Salvador Dalí, personalidades y políticos. De su presente (también saluda Lady Gaga) hablan los llenos que ha vivido este verano de 2022, marcado por la recuperación.
Piscina de agua salada
Lejos de ser un icono local aislado, desde 1962 forma parte de The Leading Hotels of the World, que representa en la actualidad a más de 430 hoteles, resorts y spas de lujo en todo el mundo. Con 2.200 metros cuadrados de terreno y acceso fácil a la playa y baños de S’Agaró, uno de sus signos distintivos es la enorme piscina de agua salada con vistas al mar, en un glamuroso entorno de solaz y solárium, incluso con casetas privadas.
Y es que el hostal, nacido originalmente con 11 habitaciones en el marco de una urbanización planificada al milímetro para evitar excesos turísticos, fue adaptándose a los tiempos de la mano de sucesivas generaciones de la familia Ensesa y sin perder identidad. Con más alojamiento, y también servicios (club de tenis, spa), y siempre volcado en la vida cultural del municipio al que está adscrito, Castell-Platja d’Aro, en el Baix Empordà.
Desde ese enclave es posible también visitar un sinfín de municipios de la costa, y encantadores pueblos del interior, como Peratallada o Pals, así como el llamado triángulo de Dalí.
Las habitaciones del La Gavina conservan todo su clasicismo, con lámparas de lágrimas, grandes alfombras, mobiliario histórico…, algunas con techos volta catalana, otras con molduras y artesonados, una parte con suelos de madera y otras con terrazo; con pero lo que realmente no tiene precio son las vistas al mar y a sus jardines desde las amplias balconadas sobre columnas.
Las suites, con estilos mediterráneo, Imperio o Isabelino, están amuebladas con muchas piezas únicas, de manera que es difícil tener una favorita. También hay una pequeña villa independiente.
Amplia oferta gastronómica
Si uno ya conoce la zona y busca descanso y hedonismo, puede tenerlo todo sin moverse del hotel porque su gastronomía abarca todas las franjas horarias, desde un completísimo bufet de desayuno incluso con zumos ‘healtthy’ realizados al momento, hasta románticas cenas.
Hay un antes y un después en la cocina de La Gavina, desde que Romain Fornell se incorporó como director gastronómico en 2015. Lidera todos los espacios gastronómicos del hotel. La Terraza La Gavina es un punto de encuentro sombreado y agradable tanto para huéspedes como para vecinos de la zona, tanto para tomar vinos, champanes y cócteles como una carta informal de ensaladas, pasta, tapas y sándviches, pero también algunas carnes y pescados. La misma oferta se repite en interior, con el restaurante El Barco y sus amplias butacas, ambos para comer y cenar.
A un paso de la gran piscina destaca el restaurante Garbí, abierto a mediodía, con una gran pérgola y vistas a la bahía. La carta de Fornell, que despliega con talento el chef José Pulido, es muy mediterránea, con pescados y carnes de proximidad a la brasa, tartars, ensaladas con marisco y poderosos arroces, por un tíquet medio de unos 60 euros.
Pero la estrella gastronómica de la casa es sin duda el Candlelight, de ambiente muy íntimo tanto en su interior como en el patio ajardinado coronado con una fuente. La meteorología determina los periodos de cenas a la fresca o en el comedor, que pueden variar según la temporada.
Francés… y mediterráneo
Fornell ha fusionado su alta y clásica cocina francesa con los sabores mediterráneos basados en la calidad, temporada y cercanía, donde año tras años se incorporan novedades, pero sobreviven platos clásicos y de éxito el chateaubriand de buey y patatas soufflé con bearnesa.
La carta no es extensa pero sí certera. A un mes de cerrar (el 31 de octubre), ya se han introducido propuestas con ‘ceps’ para adentrarse en el otoño. Cabe destacar su menú degustación Festival (98 euros sin bebidas), si lo que se pretende es conocer el ADN del restaurante, cuyos fogones también comanda Pulido.
Los pases arrancan con un Amuse bouche para abrir boca, seguido por tres bocados de vegetales, hummus y sésamo, un ligerísimo y crujiente buñuelo Candlelight, y juego de panes (extraordinarios) con mantequilla de tres colores, donde destaca la de romero.
Llega entonces una selección de cinco platos de la carta. El primero es una vichyssoise servida en hielo, coronada con caviar y que se acompaña de unas sugerentes patatas soufflé que explotan en la boca. En otoño, el menú continúa con los Ceps del Montseny, con velo vegetal y caldo de gallina, una delicia en equilibrio de sabores, con extraordinaria composición de color y presentación y que incita a volver para pedirlo como plato completo.
Festín nocturno
Le sucede la sopa de foie, brioche de anguila y manzana verde, donde el primero resulta algo sutil, pero la anguila conquista el paladar, con una consistencia redonda, al primer bocado. Su elegancia le permite no saturar al comensal antes de pasar al rodaballo con pil pil de berberechos, puré de céleri y salsa verde, uno de los platos más redondos.
El menú Festival se cierra con pichón a la sal, aunque se permiten cambios, y en este caso probamos en su lugar el Buey en costra de setas, jugo reducido al vino de Jerez y milhojas de patata. La carne resultó extraordinariamente tierna y sabrosa, donde los aderezos eran un complemento ajustado y visualmente incitaban a la gula, pese a que esas alturas el apetito ya anda en mínimos.
Como colofón, un doble postre (lichi, frambuesa y pistacho para favorecer la digestión, seguido por un voluptuoso Dacquoise de cacao, avellana y especias, rematado poco después con ‘petits fours’. Hay que destacar que el festín tiene un ritmo perfecto para que el estómago no se cierre con esperas incluso estando acompasado con un posible maridaje de vinos.
Esa misión es posible gracias al trabajo del maitre, Paco Cornejo, genio y figura en sala desde 1987 y que los meses de cierre de La Gavina se ha curtido también en otras grandes plazas gastronómicas. Y también de la gran tarea del somelier Florian David, que llegó a la casa en 2019 y poco a poco está renovando y enriqueciendo un fabuloso repertorio de vinos, cavas y champanes que ya suma más de 400 referencias.
Para hacer brillar más aún el menú, eligió un primer blanco natural con clase, el ‘xarel.lo’ Can Sumoi (DO Penedès) 2021, al que seguirían el impresionante y personalísimo Dido (Maccabeu, garnacha lanca y ‘cartoixà’) de L’Universal (Montsant) 2020, gracias a 14 meses en barricas antiguas y foudres; para acabar la cata de blancos con un gran godello, Ultreia blanco de Raúl Perez (El Bierzo), con seis meses de barrica. El tinto para la carne fue un Amb Negre de Pujol Cargol (Empordà), 100% samsó, natural y con un año de crianza.
