Gloria Osteria: qué tiene el restaurante italiano que todos quieren probar en Barcelona

¿Otro restaurante italiano en Barcelona? Podría rebatirse cualquier estreno, teniendo en cuenta que la ciudad ya cuenta con una inacabable nómina de esta gastronomía, de las versiones más modestas a las más exclusivas. Pero la llegada del grupo Big Mamma con su Gloria Osteria Barcelona suma los bastantes elementos distintivos para haberse hecho un hueco a toda velocidad entre los paladares locales. Explican que su razón de ser no es otra que “ofrecer deliciosa comida italiana, auténtica y generosa, a precios accesibles y servida con una sonrisa”. Pero además lo hacen en un local espectacular del Eixample, en uno de los epicentros de la hostelería barcelonesa (Enric Granados) y con una filosofía de producto con señas de identidad que lo dota de alma.

La autenticidad que buscan choca aparentemente con el hecho de que el grupo  nazca en Francia y actualmente opere en seis países. Pero sus propulsores, Tigrane Seydoux y Victor Lugger, querían comer “como en Italia” y recorrieron el país durante un año para moldear su concepto gastronómico y buscar los mejores ingredientes y productores. En 2015 abrieron su primer local en París, y hasta la fecha suman 27.

Un interior deslumbrante

En Barcelona, las características del local determinaron su identidad. Se trata del espacio que ocupó hace unos años el macro restaurante Bellavista Jardín del Norte (con la familia Messi como inversora) y que tras su trayectoria fallida relevó el grupo Salvaje, que tampoco cuajó en la ciudad. En esta ocasión todo indica que a la tercera va la vencida, vistos los llenazos de las pocas semanas que lleva abierto y la potencia del grupo que lo avala.

Para Barcelona eligieron el concepto Gloria, que ya habían desarrollado en Milán hace más de un año, con un formato de osteria glamurosa, un toque retro que evoca los años dorados de Italia, diseño a destajo y en este caso la impresionante entrada de luz natural que proporcionan los grandes ventanales que dan a un jardín (no accesible) al fondo. Con más de 1.000 metros cuadrados en dos plantas y capacidad para 230 comensales, el espacio, su arquitectura e interiorismo ya hacen obligada una visita antes incluso de conocer su carta.

La propuesta es obra de su equipo de diseñadores, Studio Kiki, donde destacan columnas de espejo, detalles dorados, una lámpara gigante de cristal de Murano sobre la barra, candelabros de 70 Kg., alfombras y una disposición de mesas y bancos que permiten crear muchos rincones y cierta intimidad incluso en una sala tanta concurrida. La parte de arriba ejerce además de mirador y ubica también un obrador donde elaboran la pasta fresca que es uno de los pilares de su cocina, aunque  no el único.

Antes de hablar de sus fogones hay que referirse a su despensa, ya que el grupo se congratula de trabajar con producto de calidad, italianísimo y que se importa a cada país donde abren un restaurante, dando a conocer los detalles de la procedencia y el elaborador. En este caso, 170 productores del país de origen suministran lo que se come en Enric Granados. Y “todo se hace en casa”, subrayan, de las pizza napolitanas (de 15 a 25 euros)  ­­–como la ‘Gloria Ibérica’, con panceta ibérica y una base de bechamel Ibérica al Parmigiano Reggiano de 36 meses–, hasta su helado artesanal.

Citan entre su arsenal desde mozzarellas de la quesería La Murgia en Muggiò, según la tradición de Puglia, al artesanal Prosciutto San Daniele D.O.P 24 meses La Glacere o los embutidos de la Azienda Agricola Bettella. Sin olvidar el reinado del caviar. Ese modus operandi ha contribuido a que en 2018 fuesen  el primer grupo hostelero en recibir la certificación B-Corp, etiqueta internacional que mide y valora el impacto real y las contribuciones positivas de la actividad de una empresa, del compromiso social al medioambiental.

Del cóctel a la mesa

Una vez en la mesa, el ambiente hedonista invita a probar los cócteles, de su versión del Rossini a otras creaciones propias, aunque también exhiben una interesante bodega importada. Con un equipo de casi un centenar de profesionales, la mayoría de los cuales han llegado desde Italia o desde otros restaurantes de Big Mamma, aunque poco a poco se irá introduciendo personal autóctono específicamente formado.

El servicio en sala es amable y atento, pese a que el negocio está todavía despegando y debe lidiar con una alta afluencia. Saben asesorar bien sobre la carta, que arranca con variados antipasti, que van de las ostras a las tablas de embutidos y algunos primeros ‘hits’, como las crujientes bolas rellenas de vitello tonnato con salsa tonnata y alcaparra frita, que pudimos probar, donde se aprecia la calidad del producto y también la filosofía de la casa, platos grandes para que nadie se quede con hambre y, por tanto, fáciles de compartir en muchos casos. En el apartado del mar, algunos platos funcionan también como entrantes o primeros. El Tonno tonnato, cortes de atún crudo Balfegó, con la salsa tonnata, alcaparras y soja es una buena opción.

Probar la pasta es casi obligado en Gloria, donde conviven el espectáculo de su carbonara al tartufo –spaghettoni servidos en rueda de pecorino con guanciale, yema de huevo, pimienta y trufa–, entre otras, con varios formatos rellenos. Probamos una de sus estrellas, los generosos casoncelli rellenos de bogavante
(30 euros), que se saltean en ‘beurre blanc’ y se rematan con un tartar de gambas frescas, una explosión de mar con la contundencia de su pasta artesanal. Y también los raviolis de ossobuco a la milanesa con jugo de carne y azafrán, un plato idóneo también para compartir y que disfrutarán los carnívoros.

Postres obligados

Pero su repertorio encumbra también al pescado (como una dorada en mariposa) y la carne (de la tagliata di manzo al tomahawk para dos, ambas de La Finca). Y calificadas de gourmet, también van que vuelan (aunque no probamos) las mencionadas pizzas.

Sin olvidar los finales felices y sorprendentes en dimensión, presentación y sabor. Aunque el tiramisú con toque de alcohol Marsala será la elección de muchos fans de este postre transalpino, ojo a la tarta de limón con capa de merengue para los más golosos, o al enorme Baked Alaska para dos (Bizcocho, helado de chocolate y stracciatella cubierto con merengue italiano y flambeado con Grand Marnier). Si el chocolate, corre por tus venas, lánzate sin dudar al Choco Clap Clap: tarta de chocolate con caramelo salado y praliné crujiente de café, que colocan sobre un plato cubierto de nata montada.

Afirman que el tíquet medio va de 40 a 50 euros, aunque el repertorio de opciones y precios es tan variado que puede comerse tanto por 30 como por mucho más, según la selección.

Lun, Mar, Mier. de 13:00 – 16:00 / 19:15 – 23:15

Jue 13:00 – 16:00 / 19:15 – 23:30

Vier, Sáb 12:30 – 16:00 / 19:15 – 23:30

Dom 13:00 – 16:00 / 19:15 – 23:15

Carrer d’Enric Granados, 8608008 Barcelona