Hostal Empúries todo el año: mar, relax y buena gastronomía
Son muchos los que llegan al Hostal Empúries buscando un emplazamiento inmejorable en primera línea de playa y una gastronomía a la altura del entorno. Pero la mejor virtud de este carismático establecimiento es su versatilidad. Resulta una escapada tan atractiva para disfrutar de un baño privilegiado en pleno verano, como para un descanso invernal; con el rugir de las olas como telón de fondo, un spa que invita al solaz y una oferta de restauración siempre tentadora.
En los meses más fríos, aunque haya que cambiar los bañadores por abrigos, sigue siendo un fabuloso punto de partida para pasear hasta L’Escala o Sant Martí d’Empúries, para rendirse a la zona de wellness o sencillamente relajarse leyendo un buen libro en su salón o contemplando el mar.
Más de un siglo de historia
El alojamiento se fundó en 1907 y se ha ido adaptando a los tiempos sin renunciar a esa esencia mediterránea que lo fusiona con el litoral sin chirridos. Ha sabido evolucionar, además, abrazando los nuevos valores de sostenibilidad y reformas que lo mejoran sin alterar su alma.
En el edificio histórico, de menor altura en su núcleo, ofrece 34 habitaciones reformadas con encanto y elementos que evocan al mar y el territorio. Desde las maderas naturales, blancos puros y cerámicas hidráulicas o retro de los baños, a los amplios ventanales y balcones que se asoman al mar o a los jardines posteriores, sin edificios cercanos que empañen su paz.
Hace solo una década que el hostal vivió una ampliación desde el área Spa, con otra veintena de habitaciones, algo mayores e idóneas para sumar un tercer o hasta cuarto ocupante, en caso de familias, y con ducha y bañera. Una intervención que también apostó por materiales sostenibles y economía circular. Pilar Líbano fue la interiorista que tripuló la modernización, fiel a los orígenes.
Mejoras de interiorismo
Para que el establecimiento, de cuatro estrellas, se mantenga como uno de los más singulares y apreciados de la Costa Brava, el año pasado comenzó a actualizar todas estas habitaciones de la nueva ala, dotándolas aún de más claridad. La operación ha entrado en su recta fina este invierno, aprovechando la temporada baja.
En total, cuenta con 55 habitaciones que incluyen una suite, y al igual que el hotel están pensadas en torno al mar, el sol, la vegetación que lo envuelve y la armonía con el paisaje. Hay que tener presente que el hotel se ubica a 300 metros de las ruinas griegas (primer asentamiento de la Península Ibérica) y romanas de Empúries, hasta el punto de que las tormentas de los últimos años dejaron al descubierto nuevas partes de antiguas murallas en playas cercanas.
Ya en 2010 fue el primer hotel de Europa acreditado con el certificado ecológico más exhaustivo, LEED (Leadership in Energy and Environmental Design). No solo cuenta con placas fotovoltaicas, sino que tiene pozo propio, recicla sus aguas grises (de duchas y bañeras) para utilizarlas en los wc, entre otros sistemas de aprovechamiento de recursos y respeto a la naturaleza y biodiversidad de la zona.
Ideal para escapadas
Otra de las excusas para una escapada sin fecha (la mitad o más de su clientela procede del resto de Catalunya, seguidos por los fieles franceses) es su spa. Proponen terapias naturales diseñadas para el bienestar físico y mental, con productos de origen natural e ingredientes biodegradables con bases de algas, barro y sales.
Abarca una piscina climatizada como elemento central de su zona de aguas, y un menú de tratamientos y terapias en cabina (masajes relajantes, deportivos, faciales, envoltorios corporales…). Además se ofrecen clases de yoga, paddle surf, salidas en kayac y hasta entrenador personal.
Huéspedes y no alojados encuentran en su restauración otro polo de atracción para acercarse a la zona en cualquier época del año. Su cocina está en la actualidad liderada por la chef Jimena Pérez Apellaniz, que lleva dos décadas afincada en el Empordà y maneja con sabiduría y delicadeza el producto de proximidad y temporada que articula su carta.
La oferta está unificada en sus tres zonas diferenciadas (dos salones y la terraza) con una misma carta. El mayor salón protagoniza cada mañana los desayunos, en formato de completísimo buffet en el que destacan los embutidos y quesos de la zona.
Producto próximo y marinero
La propuesta culinaria para comidas y cenas ahonda en el kilómetro cero, partiendo de las bazas de ubicarse a pie de mar y de que la propiedad cuente cerca con una hectárea donde cultivan sus propias verduras ecológicas, a las que se suman productos de proveedores locales. Esa estacionalidad se refleja en sus cambios de carta cada temporada y en los platos del día, a los que siempre hay que estar atentos.
No falta un apartado centrado en platillos para picar, del jamón ibérico a las croquetas, pasando por mejillones al vapor, hummus o garbanzos fritos con lima y sal. Será difícil después elegir entre los entrantes, que abarcan muchas opciones de la tierra y el mar.
Entre los primeros, esta temporada de invierno 22-23 brillan platos como sus celebradas alcachofas confitadas con jamón, que se funden en la boca manteniendo cuerpo e intensidad (en la foto, en versión degustación, como los raviolis). También destacan la crema de calabaza, así como los gnocchi de sémola.
Los sabores marineros abarcan de las ostras con leche de tigre, a unos delicados raviolis de atún rellenos de tomate confitado, cebolla tierna y vinagreta de anchoas de L’Escala, pasando por el ceviche de corvina, las gambas del Cap de Creus o las vieiras a la plancha, con berros, guisantes, nuez y limón. Fusionando ambos mundos, hay originales propuestas como el Sólido de coliflor, Bimi, broccolini, ‘ceps’ y sardinas ahumadas.
Los arroces son un puntal de la casa, en cuatro versiones (arroz Hostal Empúries con gambas rojas; arroz cremoso de bogavante; arroz de verduras o arroz caldoso con frutos de mar). Una selección de pescados y carnes completan una carta equilibrada y no demasiado larga.
Además de la merluza y el pescado de lonja, siempre se suele incluir alguno del día, como el rape, de extraordinaria melosidad y preservando el sabor de mar al de cualquier condimento. La escórpora frita con cogollos y sus salsas es otra de sus señas de identidad.
Las carnes incluyen solomillo de ternera de Girona; Magret de pato con chutney de frutas y puerro; Pies de cerdo crujientes, con beicon y tubérculos de nuestro huerto; o la exitosa espalda de cordero deshuesada con boniato escalivado y cebollitas, entre otros.
Final de fiesta dulce
Pocos escapan a una solvente carta de postres en la que figuran, entre otros, la torrija (ese postre tradicional que vive una segunda juventud) aquí calificada de ‘ligera’ puesto que se utiliza leche de coco y poco azúcar con ese fin; el carpaccio de naranja con helado de cítricos (para combatir excesos); el coulant de avellanas, helado de vainilla y cacao; el strudel de peras, con helado de vainilla o el ‘recuit’ del Pauet (requesón), con miel y fresas.
A partir de semana, se suma la opción más informal de comer en el chiringuito de playa.
Cabe destacar, que aunque el precio medio del alojamiento es de unos 170 euros la noche (con puntas altas en pleno verano), en invierno se encuentran ventajosas tarifas de temporada baja (por debajo de cien euros entre semana y en algunas categorías).
Hostal Empúries
972 77 02 07
Playa Portitxol, s/n 17130 L’Escala
