Medio o Pinto. Cocina venezolana creativa en Barcelona.
Siglo XIX. En la celebración del carnaval en El Callao, Venezuela, personajes pintados de negro, con pantalones cortos recorren la ciudad con una amenaza: “Medio o pinto”. O me das un medio (0,25 céntimos de Bolívar) o te pinto de negro. Así, en fiestas paganas, el pueblo más llano se vengaba (por llamarlo de alguna forma) de la clase más adinerada por no permitirles entrar en sus fiestas. Hoy la tradición sigue aunque con la única finalidad de mantener un folclore que es parte de la identidad de un país.
Quizá para no olvidar su origen ni su tierra, Carolina y Christian escogieron el nombre de Medio o Pinto para poner en marcha su aventura restauradora en Barcelona hace solo 8 meses. Llegaron a la Ciudad Condal y se instalaron en la calle Calvet, una zona mucho menos concurrida que el centro, por lo menos en lo que a turismo se refiere. Es un proyecto pensado y meditado, con el que han contado con el asesoramiento de Zavier Zambrano, de Alto Restaurante, que ostentó el puesto número 32 de la lista de los Latin America’s 50 Best de 2016.
Pero estamos en Medio o Pinto, en Barcelona y aquí el sello creativo de alta gastronomía que les ha proporcionado su asesor está patente en las manos de Christian Laprea y Taniana Marín quienes a diario lidian con los fuegos. De Taniana sabemos que estudió en el Centro de Estudios Gastronómicos, la escuela de cocina mejor considerada de Venezuela y, de Christian, que lleva más de diez años dedicado profesionalmente a la cocina y que ha pasado por lugares como Astrid&Gastón de Caracas.
Ellos son los que nos llevan de viaje a través de los platos que nos presentan en su carta, en la que se aprecia el trabajo hecho por Zambrano en Medio o Pinto. Un trabajo que ha sido atesorado para que el conocimiento adquirido se vaya enseñando poco a poco mediante los cambios de carta que vayan haciendo en el restaurante según la temporada.
Para empezar, no hay que saltarse el Papelón. Una bebida que puede tomarse con alcohol, mezclada con ron, o sin alcohol, mezclando la panela con limón. Mientras disfrutamos de ella, empezamos a mirar que vamos a encontrarnos para comer. En su carta, lo primero, es lo que ellos llaman “la picadera”. Para nosotros, sería todo aquello que sirve para empezar a saciar el hambre: platillos y tapas como formatos más informales.
No hay fiesta en Venezuela en la que no haya tequeños, esos snacks rellenos de queso que aquí acompañan con salsa coulis de guayaba picante y alioli de cilantro, para ir cambiando el sabor de cada bocado. Tampoco hay bar de tapeo en Barcelona que no tenga unas bravas, así que Medio o Pinto nos da su versión con los tostones arrechos, plátano macho rallado y frito bien crujiente acompañado de su salsa brava. Otras opciones son las empanaditas o los pastelitos andinos, cuyo sabor dependerá del día de tu visita.
Si entramos ya en materia, en los entrantes y principales, podremos ver algunos platos que llaman la atención por si mismos y por no esperarlos en un restaurante venezolano. Es el caso de su tartar de ciervo. Partiendo de la base de que en Venezuela es un animal que no existe como alimento. ¿Por qué lo encontramos en su carta?. La cocina venezolana es una mezcla de la europea y la africana, siendo esa la base que ha ido evolucionando y sigue haciéndolo cuando cae en manos de chefs que apuestan por la creatividad. En Medio o Pinto quieren introducir los productos y sabores europeos que tropicalizan. Este tartar se presenta con emulsión de pitihaya, huevas de salmón, berro rojo y salicornia.
La crema de caraota, de frijoles negros, que elaboran con un poco de chorizo la sirven con crema de coco, coco seco, aguacate, queso y pato crocante para lograr una sopa sabrosa y potente. Otro de los ejemplo donde vemos la introducción de los productos locales en sus platos es el Corbullón Cumanés, plato para el que utilizan bacalao en vez de mero como suele hacerse en su país. En este caso la parte europea, además de en el pescado, la encontramos en el caldo reducido de tomillo, hecho con sofrito venezolano (ají dulce, cebolla, puerro) y añadiendo el tomate después. Posiblemente la salsa más afrancesada de la gastronomía venezolana.
Para las carnes, tanto la de cochinillo ibérico como la de cabrito, utilizan la baja temperatura. Cualquiera de las dos son elaboraciones bien hechas y melosas que conservan todo su jugo. Polenta, yuca, membrillo o coco en diferentes texturas nos demuestran las posibilidades que tienen estos productos para acompañar la carne, presentándose con diferentes texturas que demuestran su versatilidad.
Los postres no se salvan de la mixtura, como su tocinillo de cielo con caramelo en textura y pistacho con sal rosada, aunque me atrevo a decir que, en esa parte, quizá es donde se conserve mejor la autenticidad. Eso es lo que me parece, por lo menos, al leer nombres como Bienmesabe o Negro en camisa.
La búsqueda de nuevos sabores y de la fusión obliga a sentarse en Medio o Pinto y, para no perderte lo más característico, pedir su menú degustación de cinco pasos: dos entrantes, dos principales y un postre por un precio de 50 Euros. Sentarse, mirar la ilustración de Eduardo Sanabria que decora el local y disfrutar de sus platos te garantiza el descubrimiento de una nueva cocina.