Antúnez
Justo donde empiezan a estrecharse las calles del Barri de Gracia, al lado de Vía Augusta está Antúnez. En la calle Neptú 18 esquina con la calle homónima, Lluís Antúnez. Su fachada coge todo el chaflán y sus cristales oscuros dejan entrever que hay en el interior. Un local grande con una luz intermedia, ni blanca ni oscura. Con tonos neutros de madera y una decoración para la que utilizan objetos belgas que le dan un toque algo nórdico.
Abrieron sus puertas en Noviembre hace poco aunque nadie lo diría por la conexión y organización que aparenta su joven equipo al parecer muy bien seleccionado: entre 20 y 30 años, escuela Hofmann en alguno de ellos, otros más autodidactas y viajados y una mujer como Chef: Judith. Una oferta basada en tapas y platos para compartir. Parece que es una fórmula con éxito dada la proliferación de nuevos locales con este formato.
Bueno, sea como sea, la opción de compartir al final es decisión de cada uno. También es cierto que fuimos en fin de semana, pero a diario tienen un menú con dos opciones y dos precios: o un plato o dos, que cambian mensualmente.
Primero nos quitamos la sed con una cerveza de Valencia: Turia. Bien fresca, una caña de una cerveza poco habitual mientras miramos la carta antes de entrar en materia.
Nosotros compartiremos, la verdad es que de esta forma se prueba más variedad. Empezamos con unas alcachofas fritas con salsa romesco.
Nada de “chips”, el corazón de la alcachofa en buenos trozos. Hechas con harina de garbanzos, que las dejaba algo más ligeras y un añadido: polvo de regaliz. Muy sutil pero potenciaba mucho su sabor. Una buenísima idea que nos soprendió. No cargaba nada, de hecho no era fácil distinguirlo. Tuvimos que preguntar qué era exactamente aquello que notábamos. Muy pero que muy recomendables.
Ras el Hanout es una mezcla de especias muy característica y originaria de la zona del Magreb. Esa mezcla era la que llevan las patatas bravas de Antúnez. Bien hechas en corte irregular sin estar reblandecidas, lo que significa que están hechas al momento. No eran excesivamente picantes, correctas en este sentido y exóticas por las especies. Unas bravas diferentes.
Huevos rotos con butifarra negra en nuestro caso, aunque según su carta también pueden servirlos con foie o con jamón. Un par de huevos fritos con las patatas, también caseras y la butifarra deshecha es difícil que no gusten. El tema es que el huevo te guste más o menos hecho y acierten. En este caso, para mi estaban bien, la clara bien cuajada y la yema suficientemente hecha para quedar líquida y poder mezclarla.
Un plato que ya no es tan habitual encontrar en este tipo de cartas: un mar y montaña. Un buen guiso, muy sabroso que consistía en un redondo de pollo asado y cigala. Una buena ración, nada pequeña, tomad de referencia los cubiertos de la foto.
Nos habían hecho la recomendación de probar su canelón de pato con foie. Así lo hicimos y menos mal que hicimos caso del consejo. El canelón es grande, lo ofrecen por unidades y, así como en el mar y montaña hay una referencia en la foto, aquí no la tenemos. Haceos una idea de que podría ser el doble de un canelón normal. La salsa era potente y el relleno muy meloso, aunque debo reconocer que me hubiera gustado que hubiera estado algo más cargado. Un imprescindible en cualquier caso.
El Steak Tartar fue servido sin el último toque de tabasco y con el huevo sin mezclar para que lo acabes de aderezar al gusto. Aliñado venía claro y, por cierto, muy bien. Buenos trozos de carne perceptibles, algún brote y acompañado de una mantequilla montada y trufada para hacerla más ligera. Madre mía… con lo que costaba encontrar un steak tartar.
Y nos vamos a los postres. Otro de los “recuperados” y, al parecer imprescindibles últimamente en mil y una versiones: el chocolate con pan, aceite y sal. Me pregunto el porqué del éxito que está teniendo esta combinación. ¿Es posible que cierta generación de cocineros haya llegado a una edad nostálgica y no quiere que se pierda, y por eso recupera lo que fue la merienda típica de muchos?. No sé, pero está bien bueno. En este caso era cremoso de chocolate, el aceite, la sal gorda y el pan de Sicilia.
Otro recuperado pero en este caso totalmente “deconstruido”. Un tiramisú. Bien, personalmente pienso que no era tal, únicamente coincidían algunos de los ingredientes y, al tomarlos mezclados, pueden recordar el sabor del postre italiano. Consistía en una mezcla de pan de avellana, gelificación de Amaretto, crema de mascarpone y helado de café. Pero al pan pan y al tiramisú… tiramisú. No os compliquéis la vida, si el postre como helado de café estaba la mar de bueno.Acompañamos la comida con una botella de vino de Valencia, totalmente desconocido para nosotros: Setze Gallets. Buen vino que habrá que buscar para profundizar algo más.
Buenos precios, nada subidos. Por 20 Euros por persona (hablo de la carta) se come perfectamente, tanto en cantidad como en calidad. De los platos que habéis visto, comimos tres personas y quedamos satisfechos.
Un sitio que invita a seguir de sobremesa, bien sea tarde o noche con alguna copa y una buena charla. La copa la eliges tú de su carta de combinados, que también tienen. Y la conversación también, por supuesto. Nosotros nos alargamos, sin copa, pero se estaba muy a gusto. Quizá la música de fondo de Zenet me ayudó a sentirme como en casa. Anotadlo y haced una escapada. Os lo recomiendo.