Temple Club

Mesas barras y cocinas 14 octubre, 2013

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Temple Club

Temple Club Ho Chi Minh
Temple Club Ho Chi Minh

Hoy os traemos algo que para poder probar tendréis que hacer un largo viaje. Concretamente A Hồ Chí Minh, antigua Saigon, la capital de Vietnam. Un rincón difícil de encontrar, localizado en el segundo piso de un edificio histórico de 1880 que servía para alojar a los visitantes de un templo hindú donde la estética y elegancia francesa del local evoca aquellos lugares donde se reunían los cronistas occidentales.

Una cocina cuidada, sencilla, con claras influencias de la historia de la ciudad, con toques franceses, chinos, indios y Khmer, pero en su esencia cocina tradicional Vietnamita.

Para acceder a él, dos hileras de elefantes cargan con lámparas de luz tenue y nos guían hacia las escaleras para subir al restaurante.

Entrada Temple Club

Temple Club

Era tarde para comer allí, más de las tres y además éramos un grupo numeroso, no tenía la seguridad de que nos sirvieran, pero no pusieron objeción alguna y, mientras que nos preparaban la mesa, nos sugirieron tomar algo fresco en la sala contigua al comedor y empezar a ojear la carta para tener ya nuestra elección al pasar al comedor.

Salón Temple Club

Sala de espera Temple Club

GramofonoVentilador

Un salón que recuerda a los típicos clubs para europeos que solían crearse en todas las colonias. Butacas, sofás orejeros, lámparas de pantalla y diversos objetos antiguos decoran la sala y te trasladan unos años atrás. Un salón polivalente, utilizado para la espera antes de la comida, como nosotros hicimos, refrescándote del calor asiático ojeando la carta, pero también para las posibles copas que puedes tomar después de la comida o cena, dejando el comedor y acomodándote para alargar la sobremesa.

En no más de diez minutos nos vienen a buscar para acompañarnos a nuestra mesa. Otro pasillo nos lleva a la otra parte del local, abriéndose un espacioso comedor colonial, refinadísimo que me sorprendió por su elegancia.

pasillo comedor

Mesas de diversas formas y tamaños, decoración en madera oscura y unas espléndidas vidrieras dejaban pasar la luz natural.

vista comedor vidrieras

mesa

Nos acomodamos en la mesa que nos habían preparado, ya teníamos más o menos decidido que íbamos a tomar, pero aún así le dimos un último vistazo a la carta. Esta vez no tomamos vino, porque encarecía considerablemente la cuenta y con el calor tampoco apetecía mucho, entraba mucho mejor una cerveza o agua para hidratarse bien. Al sentarnos, vemos el detalle de los cubiertos de alpaca y los palillos para que elijas con qué comer más fácilmente.

servicio mesa

El ajuar de buen hilo cerraba el círculo a los servicios de mesa. Junto con diversos detalles como cajas de madera que encerraban las consolas de aire acondicionados, pequeñas celosías utilizadas para separar mesas y un servicio impecable por parte de los camareros evidenciaban la preocupación de cuidar el más  mínimo detalle para que el cliente se deje llevar y disfrute del momento de la comida.

Había gran variedad de platos, pero nos decantamos por algo más típico del lugar, ya sabéis: allí donde fueres, haz lo que vieres, así que… escogimos de primero una ensalada de Buey con Loto.

Ensalada de Buey con Loto

Ensalada de buey con loto

Pan de gambas

Apetecían platos lígeros así que la ensalada era perfecta. Buena ración, y buena de sabor. Aprovechan prácticamente todo del loto y realmente tiene un sabor muy característico: anisado y fresco. Una ensalada acompañada de lo que aquí llamamos pan de gambas y la salsa que suelen poner siempre, que no sé explicaros de que está hecha, es un poco picante y nosotros la utilizábamos para aliñar la ensalada. Lógicamente, no encontrabas aceite de oliva, ni vinagre, pero no era necesario. Había bastante carne, en lascas y fría, como un fiambre, cacahuetes, zanahoria, pepino… realmente, muy sabrosa.

Optamos por dos platos de carne para los segundos, uno de ellos por el sugerente nombre y la combinación de sabores que podría tener y el otro por ser cocinado al estilo del restaurante.

Empezamos por las costillas de cerdo con salsa de naranja

Costillas de cerdo con salsa de naranja

Costillas de cerdo con salsa de naranja

Acompanadas con verduras como solo los asiáticos saben cocinar, las costillas eran realmente deliciosas. Con ese punto agridulce, las verduras al dente, con el toque cítrico de la naranja era un plato con una conjunción de ingredientes magnífica. Las costillas tiernas y para comer con las manos: para chuparse los dedos, literalmente!.

Pollo al estilo Temple

Pollo al estilo Temple

El otro plato era un pollo al estilo Temple, picante, pero en su justa medida. Una especie de guiso, servido con delicadeza y con una salsa para “hacer barquitos” tremenda. Difícil de definir, era bastante especiado lo que suponía una mezcla de olores que potenciaban su sabor. Un plato recomendable, y seguramente único! . Aunque no tienen el hábito de comer con pan, no por dificultad de encontarlo, su herencia francesa hace que sea fácil, sí que acompañan la comida con arroz hecho al vapor, que en este caso, mezclado con la salsa estaba buenísimo. Quizá hicimos una aberración…

Y pasamos a los postres, donde la oferta era bastante continental, así cogimos algo que nos apeteciera, sin dar más vueltas.

Cheesecake

cheese cake

Pues ya veis la foto. Sin saberlo, ¿hubierais dicho que esto es una cheese cake? Yo no. Así que no acertamos, era una tarta, supongo que de queso, pero con mucho bizcocho. No es el cheese cake que conocemos. Quizá, relacionamos cheese cake con el neoyorquino y esté mal, ya que tartas de queso hay muchas, aunque no son mi especialidad por lo del queso, algunas de ellas sí las como, pero en esta ocasión, no fue un buen postre. Es posible que, como siempre, fuera una cuestión de expectativas. Lástima.

Mousse de chocolate

mousse de chocolate

Pues tampoco acertamos con la mousse!. No es que estuviera mala, ninguno de los dos postres lo estaba, pero no al nivel del resto de la comida. Era una Mousse bastante simplona, sin nada a destacar. Comestible, pero nada más.

Eso sí, un buen café con chocolatina para despedir la comida, uno de los expressos más parecidos a los que aquí tomamos, pero sin llegar a la altura, el listón está alto. Y ojo, que Vietnam tiene un café extraordinario, de lo mejorcito que he probado, pero lo sirven de forma diferente.

Café

cafe

Resumiendo: la comida no estuvo mal, los platos principales buenos,  los postres, pues no, para que nos vamos a engañar, más bien normalitos tirando a bajo. Seguramente en otros sitios, en lo que a comida se refiere puedes comer algo mejor, pero no en un entorno tan magnífico como este. Comer bien en Vietnam es fácil y barato, desde cualquier chiringuito callejero hasta locales más snobs, pasando por todo lo que podáis imaginar en la franja del medio, pero no tienen la autenticidad de Temple Club. Cabe la posiblidad de que la elección de postres no fuera la correcta, quizá nos perdimos la oportunidad de comer uno de los mejores postres de la cocina tradicional vietnamita, pero seguramente no lo sabremos nunca.

barra

Baños

Vale la pena visitarlo, por lo escondido y por la tranquilidad que se respira en este restaurante. El ambiente y decoración invitan a unas horas de relajación. Nosotros fuimos a comer, pero creo que a la hora de la cena tiene que conseguir un entorno maravilloso. Si tenéis oportunidad id a verlo, solo eso ya vale la pena.

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