De vuelta a Tragamar, una apuesta segura en Calella
Tragamar vuelve para afrontar los meses más calurosos
Cuando visitamos Tragamar el año pasado estaba a punto de terminar la temporada. Como os contamos, ellos suelen estar hasta Noviembre, pero es ahora, en verano, cuando mejor puede disfrutarse del ambiente de La Costa Brava en uno de sus mejores rincones.
Hemos vuelto, nuestra visita del año pasado nos dejó un buen sabor de boca y nos dejó pendientes de probar algunos de sus platos más famosos, como los arroces. No ha cambiado nada, el restaurante sigue teniendo el encanto de siempre: a solo unos metros de la orilla, con ventanas mirando al mar. Si fuera de la temporada alta es fácil encontrarlo siempre lleno, en estos días el trabajo les ocupa todas las horas del día… y parte de la noche. Sea para comer o para cenar, Tragamar es una apuesta segura.
En su carta vemos algunos de los clásicos como sus patatas bhutan que gozan de tanto éxito, aunque yo no puedo hablar de ellas porque no las he probado, pero si de su pulpo a la gallega con salsa de jalapeños o sus sardinas a la plancha con pan con tomate que probamos el año pasado.
También siguen inamovibles sus pizarras en los porticones donde las sugerencias del día nos invitan a ir directos a algunos de los pescados que ofrecen.
En nuestra comida, aprovechamos para probar alguna cosa nueva, pero también repetimos algunas tapas que nos gustaron y que, por alguna razón, me parecen las ideales para compartir en verano. Es el caso de sus mejillones con agua de sidra. Quizá por ser poco habituales, la olla de moluscos elaborados de esta forma me parece una de las más originales que he probado. Otro de sus entrantes más difíciles son las anémonas rebozadas con ensalada de algas. Difíciles por ser un producto de los que gusta mucho o ni se prueba, entrando en la siempre problemática de las texturas. Al ser rebozadas, se salva parte de este rechazo, ya que quedan más crujientes y pierden viscosidad. Aún así, habrá quien se niegue. Una lástima, pero es algo que no se puede evitar.
No creo que sea el caso de sus gambas al ajillo. Dudo que aquí haya polémica alguna. Servidas en sarten y aún chisporroteantes hay que tener algo de paciencia para no atacar directamente. La contención es necesaria para que se acaben de enfriar, pero cuesta mucho teniendo este plato delante. Muy ricas y frescas, la ración es generosa y se sirven peladas, aunque se conserva la cabeza. Para comérselas, hay que olvidarse de formalismos, y sorber todo el jugo que está encerrado en ellas.
Uno de los platos que compartimos fue elegido fuera de su carta, y era de sus platos del día: alcachofas con almejas y jamón. También servido en una paella pequeña, fue un entrante bien sabroso. Si lo visitáis fijaos si está como sugerencia y pedirlo. Es fantástico para picotear si por ejemplo has pedido un arroz y hacer la espera más corta.
Y llega ya el que, esta vez, será el rey de la casa: el arroz. Hay tres fijos en su carta: arroz caldoso de pescado y marisco, arroz de bogavante y arroz de butifarra y setas. Tres clásicos, dos de mar y uno de montaña que cubren todas las preferencias. Nos decantamos por el caldoso de pescado y marisco. Con un color subido de tono que indica el buen fondo, llega la cazuela directa de la cocina a la mesa. Igual que con las gambas al ajillo, el tema es saber esperar lo suficiente para que se asiente algo el arroz y para no escaldarse el paladar. Fuimos capaces de hacerlo, pero como nunca es suficiente el reposo que se le da si viene recién hecho, suelo utilizar un pequeño truco: no servirme demasiado para luego repetir. La segunda tanda siempre está mejor que la primera porque ha tenido el tiempo necesario para acabar de absorber todo el sabor de lo que allí se ha cocido. La ración es generosa y da para repetir sin problemas.
Finalizamos con otra de sus sugerencias de pizarra, mucho más suave para que entrara bien después del arroz. El pescado salvaje con patatas al horno era una buena opción. Ese día había sargo, dorada, besugo, escórpora (rascassa) y breca (pagell) (La verdad es que esto de los pescados y sus nombres según donde vayas es todo un tema…). Una pieza compartida hecha al horno, la mejor cocción para apreciarlo.
En esta ocasión, nos saltamos el postre. Fue una comida más que suficiente y no dábamos para más. Menos aún en esta época… aunque es cierto que si después te espera una buena siesta, no debes reprimirte.
Volver a un restaurante y encontrar el mismo nivel que mantienes en el recuerdo no es fácil. Sobre todo, si además se piden otras opciones. Pudimos apreciar que su cocina es constante y equilibrada, sin grandes platos que destaquen sobre el resto. Todo lo que hemos probado en nuestras dos visitas ha sido más que correcto.
Así que, sin duda, Tragamar queda como visita obligada para los que estáis allí en verano, en otoño o los que simplemente busquen un buen sitio para comer.