La niña de mis ojos, siéntete como en casa
Un restaurante que es llamado La niña de mis ojos ya dice que hay mucho cariño detrás del proyecto. Es el mimo, el sueño, aquello que nos toca la fibra, la debilidad de sus dueños que, en este caso, también quieren que sea la debilidad de los clientes que pasan por allí.
Sus dueños no son nuevos en el mundo de la restauración. Los que viváis en Sant Cugat posiblemente conozcáis La Masia de San Cugat donde se ofrece una cocina catalana tradicional algo más elaborada. Allí es donde el chef Javier Muñoz Orobitg se introduce en las cocinas a los 20 años y allí es donde aprende el oficio del que vive a diario. Pero quedaba la espinita clavada de tener un proyecto propio. Un proyecto que era “su niña”, con otro estilo, con otra filosofía que le permitiera entrar en Barcelona capital. Junto a Dácil Alvarado, su mujer, ese proyecto se hacer realidad y con él quieren dejarse ver tal y como son: cariñosos, amables y generosos.
Se aprecian pequeños detalles en su decoración que dan una buena acogida. Los tonos de las paredes, las fotografías expuestas, el trato del personal y hasta la música de fondo invita a estar cómodo, siendo fácil dejarse acoger. Su comedor principal se ayuda de un par de mesas altas por si vas con más prisa que te permite ver su cocina abierta mientras que comes o tomas una copa. Otro de sus rincones más escondidos es un pequeño reservado que puede servir para pequeñas celebraciones familiares, presentaciones, eventos privados o reuniones de empresa que necesiten más intimidad.
A ellos, cuando van como clientes, les gusta comer y beber tranquilos por eso la prisa no es amiga de La niña de mis ojos. Cuando entras, puedes tomarte el tiempo que quieras, no debes estar pendiente del reloj porque no hay doble turno ni prisa para que te levantes. Has entrado en su casa y, como buenos anfitriones, tú elegirás cuanto tiempo necesitas para disfrutar de sus platos o incluso de la copa posterior, ya que, si quieres alargarte y disfrutar de un cóctel, podrás hacerlo sin problemas.
Para comer vamos a encontrar clásicos de la cocina mediterránea a los que se les ha dado un toque de sofisticación. Tambien veremos algún que otro guiño a platos importados de otros países que se han ganado un lugar entre el público. Desde una ensaladilla rusa que te sorprende con su salsa mayonesa asiática hasta unas patatas bravas “La niña de mis ojos” servidas en lingotes que se forman como si fuera un milhojas de patata confitada a la que se le ha dado un último toque en plancha para encontrar el crujiente.
Si buscas algo diferente con lo que sorprenderte, pide su bocado crujiente de patata, trufa y huevo. Es ciertamente un bocado porque debe comerse así para notar la explosión de sabor en la boca. Un capricho que no debes dejar de saltarte.
Sigue con sus platos a compartir. Verduras, pescados y carnes presentados de diferentes formas componen su carta en la que vemos pequeños toques de nostalgia hacía la tierra de Dácil, como el pulpo a la brasa con parmentier de patata y, como buena canaria, mojo picón. Su canelón de osobuco ya ha cogido fama y es muy recomendable para aquellos a los que les gusta los sabores intensos, pues está hecho con tuétano, trufa y setas Enoki. Su presa ibérica 100% con hummus y tomate te deja siempre con ganas de más.
Su tiradito de corvina, sus tacos mexicanos o su sashimi de salmón nos permiten cambiar de tercio y mezclar en la misma mesa una cocina internacional que Javier de alguna forma nacionaliza o, al contrario, cocina tradicional que gira hacia una internacionalización con ingredientes incorporados recientemente en las elaboraciones que se ofrecen, como la salsa hoisin en su lomo de bacalao o su tataki de atún con cremoso de alga nori.
Déjate sitio para el postre si eres de los que tiene que sacrificar algún plato. Son grandes, también para compartir, y contundentes, pero son una dulce tentación a la que no podrás resistirte. Atención a su torrija con café, helado de mascarpone y piñones. De reverencia.
En La niña de mis ojos te sentirás cómodo. Tanto que te costará levantarte e irte. Pero no es problema si quieres alargar la sobremesa. Pídete una de sus copas que te ayudarán a hacer la digestión y a seguir disfrutando del momento. Eso sí, sin querer chafar los planes de nadie, llegará un momento que tendrás que volver a la dura realidad y marcharte, pero siempre, cuando tengas morriña, podrás volver para hacer su menú de mediodía nada despreciable, todo sea dicho.