La cocina catalana se reafirma en el Raval
Casa Leopoldo es uno de aquellos restaurantes emblemáticos de la ciudad de Barcelona. Leopoldo Gil empezó en 1929, aunque no con la Casa Leopoldo que nosotros conocemos, sino con una bodega en la calle Aurora. Fue en 1936 cuando llegó a la Calle Sant Rafael tal y como hoy lo conocemos. La fortuna o la devoción por la cocina catalana de Manuel Vázquez Montalbán pudieron ser sus grandes aliadas para conseguir la fama que este restaurante ha mantenido durante prácticamente toda su historia.
Casa Leopoldo, el restaurante dónde comía Pepe Carvalho, el personaje creado por el escritor y que tanta fama le dio, cerró sus puertas en 2015 después de un tiempo en que quizá, aún manteniendo su nombre sacando pecho, ya no era lo que en su día fue o por lo menos eso se rumoreaba. Dejando de lado la parte más romántica, seguramente ese cambio de percepción hacia el restaurante no fue tanto porque la cocina hubiera cambiado, sino porque el que si cambió fue su entorno. El Barrio Chino de Barcelona ahora es el Raval. Algunas normativas y la capacidad de adaptación a los cambios pudieron ser otros factores a tener en cuenta. Desde fuera, todo parece mucho más fácil de lo que seguramente es.
Por suerte para todos, no fue un adiós definitivo. Deberíamos definirlo mejor como un cambio de etapa, un traspaso de un local que se ha respetado al máximo y que ahora Oscar Manresa y Romain Fornell reabren para intentar volver a colocar Casa Leopoldo en el mismo lugar en el que estuvo en sus años más gloriosos.
La tarea para ellos será más ardua ya que no habrá detective que les ayude. O quizá será menos costosa si lo vemos desde la perspectiva de que la fama del restaurante le precede. Sea como sea, les tocará satisfacer las expectativas de todos aquellos clientes fijos de siempre que juzgarán sus platos con las referencias del Casa Leopoldo auténtico o con aquellos que no habían visitado nunca el restaurante pero parten de un listón muy alto aunque sea por referencias.
Después del lavado de cara necesario, el local mantiene sus azulejos y decoración taurina que hoy puede resultar fuera de lugar en cualquier otro sitio, pero no aquí.
Respecto a la cocina, los dos chefs tienen experiencia sobrada para afrontar con aplomo el reto de la apertura. La cocina popular catalana sigue siendo la protagonista a la que dotan del toque de evolución que era necesario introducir. No falta el Cap i Pota bien hecho, de los que te deja los labios pegajosos y que es imprescindible; unas buenas croquetas de “jamón del bueno”; un rabo de toro con horas de fuego, ahora tan escaso; o un fricandó para hartarse de mojar pan. Y por supuesto, de postre, la crema catalana. Platos de siempre, de los que esperamos encontrar en la carta que pueden servir como entrantes o para compartir (ya se sabe, la adaptación a los nuevos tiempos). Es evidente que quieren seguir manteniendo viva la cocina de Barcelona y acercar a todos al barrio del Raval.
Ofrece un menú muy amplio en el que casi se puede elegir cualquier plato de su oferta (primer, segundo, postre, café y bebida), dejando alguno reservado única y exclusivamente para la carta por un precio de 32,95 euros que puede degustarse tanto en servicio de comida como de cena cualquier día de la semana.
La convivencia de foráneos y vecinos está asegurada, en este lugar que por lo que significó y puede seguir significando merece una visita por lo menos una vez en la vida.