Vinos de altura, más que una tendencia
DNeu y DGel son los dos primeros vinos elaborados en la Cerdanya, a más de 1.200 metros sobre el nivel del mar
Los vinos deben reflejar la tierra donde nacen, deben crear recuerdos y dejar impresiones para reflexionar e historias para explicar. ¿Qué explicarán, entonces, aquellos vinos nacidos a casi 1.000 metros sobre el nivel del mar?
Los vinos de altura, denominados así porque sus viñas están por encima de los 800 metros de altitud, son vinos más expresivos, más aromáticos y refrescantes, más longevos, más elegantes, llenos de matices que nos hablan, con más acidez, provocada por los inviernos largos y una diferencia térmica pronunciada entre el día y la noche durante la época de maduración -con diferencias que pueden ir de 30ºC-. La ubicación de estos viñedos, además, más cerca del sol y por tanto con más radiación solar directa y un aire más limpio, también ayuda a que luchen contra menos plagas, haciendo de la viticultura ecológica algo fácil de llevar a cabo. Lo que no es fácil es luchar contra las temperaturas adversas, el granizo o las tormentas, por lo que su cultivo es casi una tarea para héroes.
A Isaac Rigau y Anna Baqués no creen que ellos puedan ser denominados “héroes”, aunque sean los padres de los primeros vinos ceretanos, elaborados a más de 1.200 metros sobre el nivel del mar.
Estos dos ingenieros agrónomos y enólogos se instalaron hace ya más de dos décadas en el valle de la Cerdanya para fusionar sus dos pasiones, la montaña y el esquí, con el mundo del vino. Ambos han viajado por el mundo, trabajando como enólogos en regiones como Nueva Zelanda, Chile, Francia o Sudáfrica, y han bebido de todas ellas para depositar su experiencia en su propio sueño. Un sueño que se vio convertido en realidad en 2011, cuando, junto con tres amigos más, inauguraron Llívins. En estos años, han lanzado los dos primeros vinos de la Cerdanya, DNeu y DGel, ambos 100% monovarietales de Sauvignon Blanc, una variedad de uva blanca, muy fresca, aromática, que se adapta muy bien en climas más fríos y que les recuerda mucho a Nueva Zelanda. La viña es ecológica y la trabajan aplicando técnicas de permacultura, lo que garantiza vinos 100% ecológicos. Así, por ejemplo, para evitar la hierba en la zona situada entre las cepas, ponen paja de los campos vecinos, y para luchar contra el pulgón, compraron mariquitas.
“Ya en la Edad Media se cultivaba viña en esta zona, y se hacían vinos, pero se abandonó porque no eran vinos adaptados a los gustos de aquella época, y porque tampoco era fácil hacer vinos aquí”, cuenta Isaac Rigau. “Pero si nosotros hemos apostado por el valle de la Cerdanya es porque estamos seguros de que aquí se dan las condiciones buenas para la viña, y porque aquí se puede elaborar buen vino, y todo ello, independientemente del cambio climático”.
Y es que, la nueva tendencia de los vinos de altura se está viendo acelerada por el cambio climático, que exige a los viticultores y a los bodegueros buscar altitudes más elevadas para conseguir bajar la graduación de los vinos. Es por ello que lo que antes era algo anecdótico, empieza a abundar. Así, han florecido también interesantes proyectos en zonas como el Pallars Jussà o el Pirineo de Huesca (leer recuadro).
Pero no todas las valles elevadas son buenas para la viticultura. Isaac Y Anna insisten en que en la Cerdanya, a 1.200 metros de altitud, se pueden hacer buen vino, porque esta zona es el único valle del Pirineo con orientación este-oeste, “lo que hace que sea una zona con la mejor insolación del Sur de Europa, con más de 3.000 horas de sol al año”, subraya Isaac. En la vertiente sur, además, el efecto foehn aporta corrientes cálidas y secas que contrastan con el rigor del clima de altitud. Se aseguran, así, unos saltos térmicos que permiten una maduración de calidad en la viña ecológica de Sauvignon Blanc.
Pero ambos no dejan nada a la improvisación. “Aprendemos día a día, y la observación nos ha permitido ir mejorando y saber en qué momento exacto hacer la vendimia o la poda. Por ejemplo, observando unos manzanos que tenemos en la finca y que brotan justo 15 días antes de que la viña empiece a brotar, lo que para nosotros es un indicador de cuándo debemos llevar a cabo la poda, puesto que lo que nos interesa es retrasar al máximo el nacimiento de los brotes para condensar más los nutrientes en la vid”.
Esa observación es aún más importante para elaborar su excepcional DGel, un vino de hielo cuya vendimia se debe realizar de madrugada y a temperaturas bajo cero, e inmediatamente después de vendimiar, vinificar, cosa que hace imprescindible que la bodega se ubique a pie de la viña.
Y trabajar tan en contacto con la viña también les permite combatir las heladas intempestivas (las de primavera), colocando velas de parafina en el viñedo, o también colocando mallas para evitar los estragos de las tan frecuentes granizadas de la Cerdanya.
“Teníamos claro que queríamos hacer un vino que hablara del territorio donde se hace. El vino sale de aquí, por ello nos aseguramos de que la viña esté suficientemente mimada”, comentan.
Esta filosofía no les permite crecer desmesuradamente, prefieren tener pocas hectáreas (ahora solo tienen 1), para hacer un producto artesano, cuidado y que refleje lo que ellos buscan. un vino de territorio, un vino de altura.
Más vinos de altura en España
En los últimos años, los viticultores españoles han ido elevando sus parcelas para buscar el frescor y la ligereza que aporta la montaña. Así enólogos como Raül Bobet han abierto camino recuperando vides en lugares como el Pirineo catalán y liderando proyectos como la bodega Castell d’Encús. Es allí donde más proliferan las “vinos de altura”. En Conca de Tremp destacan bodegas como Vila Corona (Vilamitjana-Tremp), Sauvella (Orcau-Isona i Conca Dellà), Mas García Muret (Llimiana), Terrer Pallars (Figuerola d’Orcau-Isona i Conca Dellà), El Vinyer de Tremp (Tremp), Miquel Roca (Sant Cristòfol de la Vall-Gavet de la Conca), Xic’s Cal Borrech (Figuerola d’Orcau-Isona i Conca Dellà), Vidavins (Figuerola d’Orcau-Isona i Conca Dellà), Era Galán (Santa Engràcia-Tremp) y Batlliu de Sort (Olp-Sort).
Tampoco son pocos los jóvenes emprendedores que ven en los vinos de montaña un reto, como Ernest Guasch y Pilar Gracia que han sorprendido con su Vino de las Nieve (Bodegas Bal Minuta), elaborado a más de 1.300 metros de altura, en Barbenuta (Huesca). Otros, no han tenido que innovar, sino seguir los pasos de sus antepasados y cultivar vides en lugares tan altos como las alpujarras granadinas, como lo hacen en Barranco Oscuro, elaborando vinos a 1.370 metros por encima del nivel del mar, o también la Bodega Mil300 (Laroles) y Bodegas Lureño (Lugros); o en Tenerife, donde las bodegas del Teide, a casi 1.800 metros de altura, consiguen batir el récord y elaborar los vinos más altos de España.