Rodrigo Guimerà y el mundo de las foodtrucks
Rodrigo Guimerà es brasileño, pero con ascendencia catalana como evidencia su apellido. Nació allí, en Rio, pero lleva 3 años aquí en Barcelona, en El Masnou. Un Chef que ha vivido el street food en dos países diferentes, con su foodtrucks distintas en las que ofrece elaboraciones que, entre ellas, no tienen ninguna relación.
Con Rodrigo hemos podido tener una perspectiva diferente de cómo funciona la comida callejera, ya que lleva algunos años dedicándose a ello. Una experiencia que le permite una comparativa entre dos escenarios diferentes. En Rio de Janeiro ha sido muy activo, formando parte de la asociación que allí ha logrado poner los camiones en la calle. Antes de los JJOO ha estado trabajando con el sindicato de bares y restaurantes de Rio, poniendo 90 puntos de foodtrucks en la capital. De esta forma y mediante un sistema rotatorio, todos tenían la oportunidad de poder estar en las mejores plazas. Por parte de la administración, se cubrían algunas necesidades, dando servicio al público sin que los consumidores se cansaran de encontrar siempre la misma oferta.
En Brasil, su caravana ofrecía piadinas, pero ahora, aquí, su oferta ha cambiado y se centra en la cocina de su tierra, algo más exótica para nosotros. Es cierto que el país tiene una gran diversidad gastronómica dependiendo de la zona que pasa por influencias africanas o japonesas. Pero la feijoada, la moqueca, o el famoso corte de picaña, tan meloso, suelen ser platos que todo el mundo identifica y que Rodrigo prepara con un toque de creatividad y haciéndolos en formatos más fáciles para trasladarlos a la calle.
Rio y Barcelona son dos realidades distintas, en Rio se vive mucho en la calle, más que aquí. Algo que deja a Rodrigo algo sorprendido teniendo en cuenta el clima de Barcelona y su carácter abierto a novedades, que solo aprecia en los eventos organizados en los que lleva tiempo trabajando sin parar. Por suerte ahora hay bastantes oportunidades donde plantar la caravana, varios mercados y ferias como como el Sound Eat o el recién nacido Monumental Club. Esta diversidad le permite probar, valorar y elegir en cuál de ellos quiere estar.
Porque si algo va rápido es la proliferación de nuevas cocinas con ruedas y la desaparición de muchas. Una reflexión de Rodrigo que, solo con los dos años que lleva aquí, ha podido percibir. Nosotros, como público vamos, pedimos, nos sorprendemos de las nuevas ofertas, comemos y nos divertimos, pero sabemos poco de lo que hay detrás.
Pero, si pensamos, es cierto que, desde que comenzó toda esta movida de los foodtrucks hasta hoy, y no hace tanto, hay muchos que ya no vemos y se han quedado por el camino, viendo en cada nuevo evento flamantes camionetas recién pintadas.
Rodrigo nos cuenta como ha visto mucha gente que su único estudio de mercado para montar este negocio como forma de vida ha sido una reflexión tipo “me salen bien las croquetas y tengo 10.000 Euros. Voy a comprar una foodtruck”. Pero hay muchísimo más. Hay, o debería haber, oficio (de cocinero), y sacrificio, como en casi cualquier otro negocio que resulta una apuesta personal.
No es que unos tengan más derecho que otros a intentar ganarse la vida con algo que creen que les puede funcionar. Es totalmente lícito que se prueben, que hayan iniciativas y que se lleven a cabo. Incluso más que lícito, diría que necesario, pero eso no quita que en muchas ocasiones las desilusiones sean grandes por una falta de previsión o de análisis.
Al hablar con él notamos cierto tono reinvindicativo por su parte respecto a cómo funcionan estos festivales y cómo, en algunos de ellos, resulta algo abusiva la tarifa que se cobra a los foodtrucks por estos eventos en los que, en muchas ocasiones, no salen los números. Hay más oferta que demanda, más foodtrucks que festivales y, al final, esta situación otorga de cierta ventaja a la hora de negociar a los organizadores.
Aún así, Rodrigo es en lo que quiere centrarse. Puede ser un buen negocio, pero hay que cuidarlo. Porque montar una foodtruck y, sobre todo, querer dedicarte a ello, no es fácil, pero es una opción por las que muchos cocineros optan, ya que no todos tienen que acabar montando un restaurante. Su experiencia en Brasil le ha llevado a seguir con su proyecto ahora aquí en Barcelona, donde el steet food, como decíamos, crece a diario. Un crecimiento que ha hecho que ya no hablemos de una moda pasajera, sino de un escenario por el que cualquier market, festival o centro comercial como el Maremagnum, donde fuimos a conocer a Rodrigo incorpora en cualquiera de los eventos que organice.
Y esa misma visión es la que muchas de las grandes marcas también tienen llegando a la colaboración con ellos para hacerse más cercanas y accesibles. Rodrigo nos cuenta que él en concreto ha llegado a un acuerdo con Jim Bean para incorporar este Bourbon en algunas de sus elaboraciones.
En concreto es una salsa hecha con Jim Beam, bien reducida que incorpora en su hamburguesa de picaña, un corte de carne ideal para ello. Completa este bocadillo con alioli de ajo negro y cebolla confitada. Una salsa que no se hace mezclando Bourbon y ketchup sin más como podría parecer, sino que hay detrás una elaboración de unas tres horas como mínimo.
Puede ser que en un futuro encontremos a Rodrigo detrás de una barra en un restaurante, no es una opción que descarte, pero no se ve en un restaurante “formal” sino más bien en algún sitio que le permita seguir sirviendo sus platos algo canallas y callejeros para no olvidar su origen “brasilero” y que también le sirviera como obrador.
Algo para comer rápido, de pie con un producto siempre de primera calidad. De momento, Sus planes más inmediatos, quizá sea un viaje al país vecino, Portugal.
Mientras, posiblemente veamos su Sambar I love en los próximos fines de semana. Si podéis buscadle y probar alguna de sus creaciones del país del otro lado del charco.