Tingana tapas al final de Enric Granados
Tingana está al final de la calle Enric Granados casi con Diagonal. Un juego de palabras (Tinc Gana en catalán es tengo hambre, al que quitan una letra quizá por una cuestión de markéting) es una de las últimas aperturas para acabar de asentar esta calle como un paseo gastronómico de diversos niveles. Cuando llegamos encontramos el local con buen aforo aunque no completo y con un ambiente bastante más familiar de lo que puede parecer a priori.
El local es rectangular con una primera parte estilo porche en la entrada que queda bastante integrado con el resto, con una buena continuidad. Algunos murales con referencia al mundo circense lo decoran, pero poca cosa más, consiguiendo un aspecto poco cargado sin ser sobrio y divertido sin ser estridente, en su justa medida.
En Tingana la oferta es sencilla, más de lo que puede parecer al leer su carta, en la que parecen rebautizarse los platos para parecer más sofisticados que no se hasta qué punto puede generar unas falsas expectativas. Todo es en formato tapa, lo que fue una tendencia que ahora ya está consolidada y ha conseguido su finalidad principal: permitir que se puedan probar más cosas. Animados por esta propuesta empezamos con El Clandestino de Pedrito.
El Clandestino de Pedrito es una especie de Crep con verduras y carne de ternera bastante rellena. De ello la masa no es la protagonista ni mucho menos, sirve mucho más para envolver el buen relleno. Aunque se supone que es una tapa, no es una mini crep, ya que salen 5 buenas raciones. Una ración generosa y de sabor muy correcto.
Si hablamos de tapas no pueden faltar clásicos como las patatas bravas o las croquetas. En Tingana, las patatas bravas son servidas con allioli al que le dan un toque de soplete para que quede gratinado. Estaban cortadas más bien finas lo que las dejaba tirando a crujientes, redondas y caseras. Nos gustaron y mucho. Muy recomendables
Las croquetas son caseras y las que nosotros probamos eran de butifarra, verduras, jamón y pollo a l’ast. Un detalle en el que vale la pena hacer inciso porque se nota y mucho. Sabrosas bien hechas y, como con las bravas, un clásico que nunca falla para tapear. Igual que las bravas, no dudéis en pedirlas
Como sugerencia del chef en
Tingana ese día había tacos de atún con sésamo y puré de boniato, al que alimenta un toque de trufa. En este caso me pareció un plato al que le faltaba potencia y en el que podría haberse lucido más. El atún estaba demasiado hecho y al pure de boniato, aún con la trufa, le faltaba sabor. La intención es buena pero se quedaron cortos en mi opinión. Comestible, pero mejorable.
Los postres son clásicos, alguna de las tartas que nos han invadido de repostería americana como el Carrot Cake o el Red Velvet; helados y sorbetes artesanos. Un Coulant de Chocolate con corazón de Ferrero Rocher al que no puedo resistirme y el Cheesecake que siempre nos tienta. Los dos correctos, buena ración y, en el caso del coulant pasando la prueba de fuego dejando el corazón líquido.
Encontramos algún vino poco habitual como el Rose de Crazy Tropez, que elijo para pedir algo diferente y otros más clásicos como el Azpilicueta Crianza.
No es mal sitio para compartir algunas tapas a las que para diferenciarse quieren darles un toque personal. El precio es correcto y más si tenemos en cuenta la zona en la que está, ya que por unos 20-25 Euros incluídos bebida y postre comes bien. Un buen sitio para encontrar lo más típico y alguna que otra cosa furera de lo común. El balance es positivo y no olvidemos que nadie nace sabiendo. El tema es si tendremos la suficiente paciencia y si se les dará la oportunidad teniendo en cuenta el nivel de exigencia y las numerosas aperturas espectaculares que hay en Barcelona. Particularmente, se la daría.
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